Viaje por los pliegues de la memoria, toda una vida

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En las páginas de este libro se viaja por la historia del siglo XX de la mano de dos personas anónimas, Cesáreo y Clotilde, que con sus actos, decisiones y dudas tejen la novela del mundo. Esta historia de amor entre “pastorcillos”, como denominaba el escritor Juan Benet a las protagonizadas por seres sin relevancia pública, aspira a interpretar algunas claves de un tiempo y de un país que todavía guarda demasiados claroscuros. Un viaje que empieza en sepia, a finales del siglo XIX, y llega a las combinaciones fosforitas de la era digital.

Hasta fechas relativamente recientes sólo las vidas de éxito parecían tener derecho a la inmortalidad. Por eso se conoce tan poco de los hábitos y costumbre de buena parte de la población anterior a nuestro siglo; los libros de historia únicamente contaban los usos y hazañas de los miembros varones de las clases dominantes. Gran parte de la humanidad no tenía portavoces que revelasen sus esfuerzos por sobrevivir y por crecer.

Con la banda sonora de Antonio Machín, poniendo voz a ‘Toda una vida’, y con el paisaje de La ciudad de los prodigios, las palabras acarician el paso del tiempo por una familia corriente. La autora levanta los tejados de las casas aragonesas de Calatayud o del barcelonés barrio de Gracia para mostrar el miedo, el silencio y la valentía de unas gentes que asistían atónitas ante el desplome de todo lo conocido. La herencia de la guerra civil y de la dictadura ha incidido en el devenir de las generaciones posteriores y todavía se advierte en las actitudes de la ciudadanía de este país.

Los niños que nacieron antes de esa guerra y sufrieron más de lo imaginable, ahora resulta que no entienden casi nada del mundo que les rodea. El telón de fondo de esta historia son los trazos de la evolución social, laboral, tecnológica, moral y afectiva de un siglo de mudanzas sin precedentes, de descubrimientos e invenciones que siguen sin aplicarse a la mejora de las condiciones de la mayoría de la humanidad, más bien al contrario. Hoy, aquellos niños de la guerra son abuelos de adolescentes como Víctor, Alicia, Sandra, Alexía, Anna, Roger, Patricia, Sara, Andrea, o Marina, y confían que el testigo de tantos esfuerzos lo recojan sus hijos y nietos mediante la razón, el talento, la educación, la audacia, la bondad y el diálogo para crear de una vez por todas un mundo más ético y civilizado.

Informació addicional

Pes 100 g
Dimensions 23 × 17 cm

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